miércoles, 18 de noviembre de 2009

Viejos tiempos

En el interior de una vieja cabaña, hecha de troncos de árboles cuidadosamente colocados, estaba una anciana de largo cabello blanquecino preparando una buena sopa en la cocina. Su nieta estaba tras ella. Tenía el pelo largo como el de su apreciada abuela y ojos azules, que brillaban como estrellas. Miraba fijamente a su mayor mientras olfateaba el olor de la comida:
-Huele que alimenta, abuela –comentó con una media sonrisa-.
-Si, bueno, supongo que no será como la que prepara tu madre, con esas tecnologías de que con un dedo y un par de minutos, ya te puedes tomar un festín –respondió sin girarse-.
-Pero abuela, ¿por qué no te mudas a una casa más bonita y moderna, que esté más cerca de la nuestra, en vez de estar aquí, en medio de rascacielos? Es lo que dice mi madre, y opino que tiene razón.
La anciana se volvió para mirarla con dulzura y la llevó hasta el pequeño salón, donde tan sólo había un televisor, y una mesita de cristal en medio de dos sofás estropeados. Se sentaron en uno de ellos.
-Verás, hace mucho tiempo, cuando yo era una niña de tu edad, iba todas las mañanas al instituto en bicicleta,no como ahora, que cogéis cualquier aparato y desde donde queráis estáis dando clases. Cuando terminaba, me quedaba jugando o hablando con los amigos. A veces alguno de ellos venía conmigo al campo. Era el lugar que más me gustaba. Estaba todo cubierto de hierba verde y de un montón de flores silvestres de todo tipo de colores. Muchos pájaros se pasaban a trinar en alguna rama de los pocos árboles que había, y me paraba a escucharlos. Los cerezos se ponían en flor en su debido tiempo, o dejaban caer sus frutos, tan dulces y jugosos. En cuanto llegaba, me tumbaba, en la luz del sol. Ese lugar tenía un ambiente puro. Pero pasó el tiempo, y antes de que me pudiera dar cuenta, habían construido un montón de rascacielos impresionantes y habían cortado todo árbol. Desde entonces, no volví a sentir la vida de ese lugar.
- Pero… ¿Qué tiene que ver eso con lo de mudarte? ¿Por qué no te quieres ir?
- Porque esta cabaña es lo único que queda de ese lugar. ¿Ves esos edificios de ahí? – dijo señalando con el dedo a la ventana. A la joven no le hizo falta levantarse para saber a lo que se refería- bien, pues esos son los que me quitaron mi hogar y a todo ser vivo. Yo nací aquí y moriré aquí –hubo un momento de silencio y después la anciana prosiguió- Ven.
La adolescente la siguió con miedo a lo que pasara momentos después:
-Abuela, ¿a dónde vamos? –preguntó con timidez.
-Al desván – dijo simplemente.
<<¿Al desván, que desván? Nunca había oído de un desván en casa de la abuela>> - pensó. Llegaron a su destino y la abuela cogió unas llaves, abrió la puertecilla del techo y subió con su nieta detrás. Era muy pequeño, pero contenía un montón de trastos. La anciana se acercó a uno en concreto, y mirando a su nieta le dijo:
- Me gustaría que te la quedaras y te pasearas con ella y si quieres, con tus amigos, por los sitios que te gusten y que vivas feliz y en libertad. ¡Cómo en los viejos tiempos!
Ella aceptó agradecida, y bajaron a comer. Cuando terminaron, vino su madre y se despidió. Tal vez, para no volver en mucho tiempo…

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